«Al final lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años».     Abraham Lincoln

¿Qué tiempo has hecho? ¿Cuántos goles has marcado? ¿En qué posición has quedado?  Son algunas de las preguntas que estamos acostumbrados a escuchar. Pero poca gente te preguntará: «¿Has disfrutado hoy?» ¡Con lo importante que es pasarlo bien!

Seguro que recuerdas cuando empezaste a correr y todo el mundo te preguntaba tus ritmos de carrera. Porque cuando empiezas, cualquiera se vuelve tu consejero particular: cómprate un gps, haz series, el entrenamiento cruzado va genial, llevas demasiado drop,… Poco después irás totalmente equipado, harás yoga, bici y técnica de carrera, pero seguirás  corriendo al mismo «ritmo caracol» ¡jajaja!

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Entonces es cuando empiezan las presiones. Esas presiones hacen que te compares, casi sin querer, con quienes tienes a tu alrededor (o incluso contigo mismo si has estado parado un tiempo). Eso puede generarnos frustración y ansiedad por algo que hasta ahora nos encantaba.

Y si hablamos de los más pequeños la cosa es muy parecida y la presión la misma o más. El hecho de marcar gol, meter canasta o conseguir una medalla muchas veces marca su éxito y el reconocimiento de la gente que le rodea.

Los adultos hacemos la labor de entrenadores gritando y diciendo lo que tienen que hacer desde la grada. Queremos que corran, salten y se dejen la piel si hace falta. Muchos hemos escuchado en mitad de una competición: ¡Dale! o ¡Corre más! Pero pocas veces (o ninguna) habrás oído decir: ¡Disfruta a sacooooo! 🙂

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Y es que todos estamos de acuerdo que la actividad física y el deporte son opciones estupendas para el desarrollo tanto físico como mental de los niños y jóvenes, pero cuidado con trasladarle presión y ansiedad. La línea entre motivarles y «agobiarles» es muy fina y debemos ser prudentes. A la hora de educar, si queremos transmitir unos buenos valores, debemos andar siempre con pies de plomo.

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A veces, sin querer, padres, tíos, abuelos…trasladan frustraciones y anhelos de juventud a los propios más pequeños y se plasman todas aquellas cosas que se quisieron hacer y no se pudieron. Entonces la cosa se tuerce, los peques se agobian y ¡hasta luego Mª Carmen!

Así que… a todos ellos les decimos PURA VIDA. Porque en Costa Rica, donde se utiliza esta expresión, tienen otra forma de vivir. Pura vida significa disfrutar de ella, apreciando y tomando conciencia de las cosas sencillas que se nos brinda cada día.

Pura vida son las reuniones de amigas un lunes por la noche. Pura vida es pisar la arena de la playa al amanecer. Pura vida es abrazar a alguien y que se pare el tiempo.

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Es saltar en los charcos como cuando eras niño (padres y madres, dejad que lo hagan, que no pasa porque se ensucien y se rebocen ¡jeje!). Es disfrutar de un paseo en bici como si fueras un protagonista de «Verano azul». Es zambullirse en alguna playa a la que te ha costado dios y ayuda llegar 😉

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Pura vida es saber disfrutar de cada instante, de cada persona, de cada aventura que la vida nos depare. Sin presión, sin agobios, sin nada más que disfrutar.

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Así que disfruta en todo momento.

Porque cada día debemos celebrar la vida…

Pura Vida

Juntas Es Mejor

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